LA GRAN JABALINA

Es de noche. Sobre nuestras cabezas, una hermosísima y brillante luna creciente. No hace mucho frío. Las estrellas muestran sus dibujos celestes, moviéndose imperceptiblemente alrededor del eje del mundo (que deberías ser tú, que estás leyendo esto en este momento). No hemos conectado la luz eléctrica: una luz de un velón de iglesia nos alumbra. No se oye nada: silencio en el bosque. A veces, uno de nuestros perros ladra hacia un lugar determinado: tal vez baje el jabalí. No nos da miedo, ni nos molesta; y ahora os voy a decir porqué quiero a los jabalís, y porqué me resultan amigos.

Hace muchos, muchos años, cientos de años, el mundo no estaba dominado por ningún Dios masculino, al cual las criaturas debían someterse ciegamente, descartando la razón y priorizando la fe. No había ningún Dios que considerara a las mujeres como brujas, como introductoras del mal en el mundo, como seres de inferior categoría sometidas al yugo masculino. Hace miles de años, los ritmos de la naturaleza los sostenía la mano amorosa de la Madre. La Pachamama, Dana, Ceridwen, la Diosa en todas sus manifestaciones. En aquellos arcanos tiempos, se rendía culto a la fertilidad, a la unión entre macho y hembra, a la naturaleza. Y una de las representaciones de la Madre era como la Gran Jabalina, la Gran Cerda, y todos los seres humanos eran sus cerditos...a ella se encomendaban nuestros antepasados, para que la vida fluyera por ellos, fluyendo entre la tierra y el cosmos...y la madre amorosa los acogía en su seno y los acunaba, y por eso antes, aunque la vida era dura, difícil y la gente moría más joven, los seres humanos tenían el consuelo de que la Gran Madre los acogería en su regazo, amorosa, abrazándoles...

Hay una mujer que va por el mundo dando abrazos a la gente. Ahora no recuerdo su nombre, pero hace un tiempo estuvo en Barcelona: pues se juntó una muchedumbre enorme en el Palacio de Deportes, para ir a verla. Simplemente, la señora abrazaba durante unos segundos a la persona que se acercaba a ella. Horas y horas de espera, para unos segundos de abrazo...qué solos, huérfanos de amor y desamparados se sienten las personas, y qué gran mujer la que abraza a los pobres seres humanos modernos, tan evolucionados, tan omnipotentes...tan solos.

Aquí está también la Madre. Y allí, donde tú estés. Siéntete parte de la gran familia del Cosmos. Y sonríe.