martes, 1 de marzo de 2011

LA MEMORIA DE LOS PUEBLOS


No sé si será porque antes simplemente se decía que el abuelo o la abuela chocheaban, que ya eran viejos, y se daba por sentado que no recordaban ya nada. Tal vez ahora, que estamos más adelantados, se da mayor importancia a las demencias seniles, problemas de memoria, y demás enfermedades de la edad. Pero parece que estas enfermedades se empiezan a cebar cada vez más en personas jóvenes. Tal vez se trate solamente de que ahora estas realidades afloran, que las afrontamos abiertamente; quizás antes se ocultaban en los psiquiátricos, en instituciones para enfermedades mentales. O tal vez sea que la sociedad se está haciendo vieja, y nosotros, que la formamos, envejecemos de una extraña y paralela manera, con ella.
Ahora todo va muy deprisa; lo que se hizo ayer ya no importa, importa lo que se haga ahora. Un ejemplo claro está en el fútbol: cuando un equipo pierde, el entrevistado de turno dice, siempre: esto ya está olvidado, es el pasado, sólo nos importa el futuro.
No hay tiempo para la reflexión, para el análisis. Nada importa lo que una persona haya hecho en su vida, sus logros: sólo vale el ahora. Me temo que en eso consiste la tan mentada competitividad: rápido, ahora, sin pensar. Si el año pasado vendiste 400.000 frascos de Chupifren y te felicitó tu jefe, pero este año sólo has vendido 200.000...a galeras a remar. Nadie se preocupa de analizar el porqué: nuevos competidores, saturación de mercado...simplemente, fuiste el mejor, fuiste...ahora ya no lo eres. ¡Qué supremo cansancio tener que ser siempre el primero...!
Los pueblos pierden así su historia. Los pueblos y las personas que los forman. Antes, en tiempos arcanos, una persona podía realizar determinado hecho: y esto podía ser ya una característica permanente que se recordaría para siempre en su vida, que incluso podía determinar un cambio de nombre (en los indios de América, por ejemplo) y que se contaría al lado del fuego, con toda la tribu reunida, pasando así de generación en generación. No había luz eléctrica, así que las tardes invernales daban para recordar muchas historias de muchas personas...
Yo, si no es porque un día me dió por hacer de historiadora casera, ni siquiera sabría los apellidos de mis abuelos. Ya ni hablamos de los de los tatarabuelos. Y para recoger las cuatro historias que conozco de mi familia, tuve poco menos que picar piedra. No se recuerda, no se sabe, nadie explica. Se está mejor mirando la tele.
No interesa que la gente tenga memoria. Se controla mejor la gente sin historia. Pierden la identidad tribal, el saberse miembro importante de un grupo humano.
Supongo que en las zonas rurales es diferente. Pero recordad que yo vengo de Urbanilandia, donde a las tribus hace tiempo que se las cargó el Séptimo de Caballería...
La foto es el atardecer de ayer, que venía tormentoso. Casi ni llovió, pero en el horizonte Este se veían estas cortinas de agua, que parecían auroras boreales.

1 comentario:

aricorural dijo...

Por desgracia es asi, cada vez estamos mas deshumanizados, y por desgracia es el precio que estamos pagando por lo que algunos llaman "progreso", yo echo de menos muchas cosas de las que vivi cuando era pequeño,y lo que mas me duele es ver el tipo de mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos, una pena,saludos.