domingo, 27 de marzo de 2011

VIGOR PRIMAVERAL: LA ESPARRAGUERA


La esparraguera es una de esas plantas que pueden pasar desapercibidas perfectamente. No son muy fotogénicas, sus hojitas son tan delicadas que hay que hacercarse mucho a ellas para captar su textura. Son además plantas típicas de ventanal de pueblo, que junto a la aspidistra dan aquel aire colonial (algunos dirían que algo decadente) a las casas.

Pero a mí, la esparraguera me gusta por dos cosas: una es culinaria y vital, y la otra es más poética.

La culinaria: los brotes verdes de los espárragos que nacen en primavera poseen toda la energía vital de la planta en sus ápices. Las hormonas vegetales que animan a reproducirse a las células están todas concentradas en ese vástago potente, de un verde oscuro, terrenal. Ya el otro día hicimos un revoltillo con huevo y ajos tiernos. Son vivificantes y diuréticos, limpiando las toxinas de nuestro cuerpo.

La poética: una vez, hace años, iba paseando por un jardín, al atardecer. De repente, percibí un olor fuerte, un perfume hondo, como de cosa elegante y añeja: no acertaba yo a ver de qué flor provenía. Me fuí adentrando en un rincón donde el aroma era más fuerte: y allí estaba, la esparraguera en flor, unas flores minúsculas, pero con un potente perfume, un perfume de casona antigua, umbrío. Y este perfume está también en la finca, porque el año pasado lo pude oler, un atardecer de verano, y entonces las busqué entre las hierbas de los bancales por desbrozar, y de nuevo las encontré, a las esparragueras, dando olor al ocaso.

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