viernes, 5 de abril de 2013

CABELLERA AUTOSUFICIENTE

Pues si en la entrada anterior hablábamos de peines...en este melenar ya no entra ni uno.
Efectivamente, ha llegado el temido momento en que, con el pelo tan largo, aquí no hay Dios que consiga mantenerlo ordenado. Intentar meter un peine, un cepillo o cualquier artilugio de ordenación capilar es un tormento. Tirones, ays, uys...
Se está enredando la melena en una especie de espontáneos tirabuzones: las temibles rastas. Estas se formarán de manera natural, ya lo veo yo...no necesitaré esos alargos de peluquería que cuestan una pasta. Y que constituyen motivo de escándalo para matronas antiguas y patriarcas añosos, seguidores todos de la más fiel ortodoxia del rulo y el tinte.
La otra opción: cortarse el pelo. Que va a ser que no. Mi maridín dice que si lo quisiera hacer a propósito me cobrarían un dineral en la peluquería y que a él le encanta. Que bien limpio luce hermoso. Así que...¡rastas al viento!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No pienses en teñírtelo, que ya sabes que los tintes son sospechosos de provocar ciertas cosas. Así estás muy guapa.

Robin dijo...

De hecho los reflejos rojizos que se ven son de un día en que me lo teñí...a poco de llegar aquí. Me veía muy canosa, pero la verdad es que estoy viendo que las canas me gustan. Dan ese tono de plata. Además a Josep le encanta el pelo canoso.
Gracias, criatura humana, por tus elogios.

Marcinkus dijo...

a mí me gusta porque se parece al mío. aunque al principio da remordimiento eso de no peinarlo. yo lo ordeno con los dedos en mechas. los rizos quedan separados y bien limpio es lo que dices.

Robin dijo...

Que Dios te lo pague, cariño.
Yo, mientras no crie piojillos, tiro p´alante. Que piojera debo decir que no he tenido en mi vida. Alguna pulguilla no negaré que me ha picado, pero piojos, no. Ni en los más arduos momentos de la EGB desatada.