miércoles, 27 de agosto de 2014

EL SECRETO DE AÏGUESTORTES

El tiempo se muestra algo remolón y amenazan tormentas. Pero consultado el oráculo Maldonado, decidimos iniciar el ascenso a Aigüestortes. Pensamos que el paisaje merece ese riesgo algo indeterminado de caminar bajo una tormenta...y bien que es así. Está la montaña frondosa y verde, sale agua por cualquier recodo, por debajo de toda piedra. El humus casi no es sólido, es una amalgama de materia orgánica y agua, primordial soporte de la vida vegetal en su más primigenia expresión. Se justifica que este lugar sea Parque Nacional: toda protección es poca ante la voracidad humanoide. Aunque nosotros guardamos un pequeño secreto, que compartimos muy pocos y que es tan oculto que hasta la guarda de la entrada nos mira de reojillo: sí, pero no se lo digáis a nadie...-parece indicarnos con un ademán cómplice.
Naturalmente este secretillo nos lo guardamos y si alguien interesado en el montañismo lo quiere saber, que tenga a bien preguntárnoslo. La cuestión es que iniciamos el ascenso, caminando, claro, mientras vemos pasar la interminable caravana de las furgonetas del Parque que van subiendo neopijios sin cesar. Paramos en la cascada del Sant Esperit, con el estany de Llebreta a nuestras espaldas. Seguimos luego hacia Aigüestortes. El paraje, excepcional, y con unos inesperados compañeros no humanoides que nos regocijan: una pequeña manada de caballos, paciendo privilegiados entre árboles viejos y nuevos, y agua...por todas partes.

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