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domingo, 13 de marzo de 2011

EL VALOR DE LAS PALABRAS

Hay personas que durante nuestra juventud hemos ido algo escasos de afecto. No me refiero al afecto amoroso, de pareja, sino a afecto humano: una palabra amable en cierto momento de melancolía, un reconocimiento familiar por determinado esfuerzo...Es cuestión de los caracteres y de las circunstancias de las personas que te rodean. Y es supongo también el no saber transmitir que se siente esta carencia: es que no puedes obligar a nadie a que te demuestre que te aprecia.
Luego, cuando nos hacemos adultos, estas personas tenemos la ventaja de sorprendernos gratamente ante una muestra de afecto, o de atención. Y se nos calienta el corazón. Es una hermosa sensación: primero de sorpresa, luego es una calidez que envuelve el pecho, y hace sonreir.
Amo la palabra escrita. Porque tiene el valor añadido de ser pensada, meditada. O tal vez no, pero me gusta creer que sí lo fue. Y si alguien me envía una tarjeta en la que escribe como mientras lo leía, pensaba en tí... la calidez se transforma en bálsamo.
Esto es lo que nos pasa a los eremitas: valoramos el menor detalle. Gracias, amigo.

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