Totalmente ortodoxa esta vez, la paella sisquellana no lleva nada más ni nada menos que verduras. Y arroz, claro. Mi maridín se ha abstenido de añadir sus trocitos de beicon, de butifarra y demás aditamentos que utiliza normalemente para fastidiarme. La verdad es que estaba buenísima, como es tradicional en él. Sigue pues la leyenda de la paella sisquellana.
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