Se abren las florecillas de la vid, reunidas en esos conos que más tarde serán los racimos. Huelen de una manera especial, una mezcla de vino y piruleta de fresa que enamora. No me extraña que los insectos, muy abundantes en nuestro viñedo natural, acudan prestos a realizar esa danza en busca del polen que los embriaga. Aún hoy en día se discute si la fecundación es mayoritariamente favorecida por el viento o por la acción de nuestros amigos artrópodos: nosotros suponemos que todos colaboran. Ahora esperamos que no llueva, o si lo hace, que no sea de forma fuerte; el exceso de agua haría, como en el caso del olivo, que la planta soltara fruto.
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