Hacía dos primaveras que no me acercaba por el empinado caminillo que asciende hasta el alto de la Punta de la Faba, y cual no ha sido mi sorpresa y alegría cuando he comprobado que la mata de romero blanco que encontré a poco de vivir aquí y que había dado por muerta después de los secanajes del 2015 no solamente está viva, sino que se muestra exuberante: una hermosa singularidad que destaca entre sus hermanos de azulada flor.
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