Mientras el airoso totem de nuestros vecinos galos es el gallo, el pueblo hispano persevera en el yugo y las flechas. Así les va. Los catalanes no tienen animal totémico, se dedican a intentar cambiar el mundo con meditación, paz y hablando muy bajito para no molestar.
En La Sisquella tenemos todos los símbolos, incluidos los chalecos amarillos reflectantes, pero prefiero personalizar en mí misma la representación republicana; el estado soy yo.
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