Poca broma con la araña ermitaña,
Loxosceles rufescens. Está tranquilita en la maceta donde se ha refugiado y no seremos nosotros quienes turbemos su descanso: el mordisco de esta Sicárida inyecta un potente veneno que produce un gran dolor y necrosa los tejidos adyacentes a la heridas. Es la araña más venenosa de la Península.
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