El verdadero principio del fin tuvo lugar en el Neolítico, cuando Homo sapiens pasó de ser cazador-recolector organizado en pequeños grupos nómadas a ser agricultor y pastor sedentario. Nace en ese momento el concepto de propiedad, secundado por los mortíferos ángeles de los excedentes de producción y la creación de élites de defensa de los asentamientos. Mala cosa.
Del tener que defender un excedente nace la casta, el grupo más fuerte porque es más corpulento, porque fabrica mejores armas, de madera, hueso y piedra primero, de bronce y hierro después. La defensa del principio se transforma en opresión y dominio de los congéneres: si quieres que te ayude, págame. Es el fin de los bienes comunales, de la igualdad de los miembros del grupo.
10.000 años han bastado a una especie cutre como la de los humanos para echarlo todo a perder. ¿Tiene remedio la cosa? Yo pienso que no: o los humanos se extinguen o se cargan el planeta; como queden un par de ellos, macho y hembra, en unos pocos milenios estamos otra vez igual. Aunque quizás para entonces, el planeta ya no sea como ahora. Quizás entonces haya habido otro principio.
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