En el Tíbet se usa una pasta dental basada en la sal. Dicen los monjes que es el secreto de la blancura de sus dientes. La fórmula es muy sencilla:
- ½ vaso de agua (100 ml)
- Una cucharada de sal en escamas no yodada (15 g)
Se hierve el agua y se deja templar. Añadir entonces la sal, que se remueve durante 1 minuto. Se quitará la espumilla que se forma en la superficie.
Los cristales de sal no se disolverán por completo: se cogen con el cepillo de dientes y se obra de la forma habitual, cepillando bien. Se enjuaga uno con el agua del vaso.
Se hace tres veces al día.
Advertencia: los primeros días puede notarse una sensibilidad mayor en los dientes y encías. Perseverar si no va a mayores.
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