El señoro que compró cierta finca no dudó ni un momento en talar la higuera que tanto quería el Ferreret. Pues anda. Quién iba a pensar que después de varios años, una pírrica higuerilla aledaña a mi casa me iba a dar higos al alcance de la mano.
Un pequeño bálsamo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario