martes, 5 de marzo de 2019

EL INSTINTO DE HUIDA Y LO SOCIAL

El ser humano es un animal que ha desarrollado la capacidad de hablar y puede por lo tanto comunicar vivencias y pensamientos de un individuo a otro. Pero no es nada más que otro ser entre los que habitan el planeta Tierra, sujeto a las mismas leyes naturales que gobiernan el mundo vivo.

El reflejo de huida es uno de los más primitivos que podemos encontrar en cualquier organismo. Es la puesta en práctica de toda una serie de mecanismos para rechazar una agresión potencialmente mortal. Es, junto a la necesidad de alimentación, la más antigua de las características de lo viviente y reside en las partes más antiguas del cerebro. Se gobierna de manera inconsciente y es necesaria una enorme fuerza de la voluntad consciente, de ese córtex evolucionado, para atenuarla o anularla.

Debemos considerar, pues, que la huida es una acción totalmente natural encaminada a la supervivencia del individuo frente a la supervivencia de la comunidad. Frente al reflejo de huir, de nada sirven los conceptos superiores que el ser humano ha elaborado en favor de la cohesión social. Es un instinto primitivo, arcaico e individual, es decir, esencialmente humano, en tanto que animal. 

La lealtad es la base donde se sustentan nociones como amor, confianza, cariño. Pero encontrar una persona leal es extraordinariamente dificultoso, ahora y siempre. Es por ello por lo que las relaciones sociales han llegado a ser lo que son: se necesitan medidas coercitivas para asegurarse de que un ser humano cumpla con lo que dice y no huya: contratos, hipotecas, jerarquía: es la única manera de asegurarse la lealtad. Es decir, mediante castigo.

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