Hemos ido de excursión a la vertiente de Vinebre, llegando a la vista de La Torre de l'Espanyol. Esto nos ha permitido tener otra perspectiva del incendio: el desastre es inconmensurable. Y ahí sigue, sin remedio.
Encontramos una casita que estuvo flanqueada por unos bonitos y enormes pinos, pero ahora sus troncos quemados están cortados a un tercio de la longitud inicial; son testigos muertos y calcinados de un auténtico infierno. Desde el camino se observa un aljub de curiosa factura, con el agua recogiéndose de la bondad rocosa; una piedra ahuecada para abrevadero y también una cuevecita, cavernil o fresquera donde nuestra Kira se mete, cosa que nos permite comprobar su tamaño.
No hay agua en ninguna de las estructuras hechas para recogerla, excepto en una balsa recubierta de cemento, entre unos pinos quemados sobre una colinilla, pero al removerse el agua es pestilente.
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