Esto sucedió hace semanas y lo cuento ahora porque así nuestras amigas habrán volado lo suficiente para escapar de la avidez de posesión humana y estarán donde tengan a bien sin ser atrapadas para acabar en una colmena artificiosa.
Una buena mañana, escuchamos un sonido sordo y continuo sobre nuestras cabezas. ¿Qué era? ¡Un enjambre! Y para mi sorpresa y agrado, la reina decidió pararse en la rama de un olivo que - sospecho yo de hace tiempo- marca un axis mundi, un sitio especial del planeta. Lo sé porque han pasado cosas portentosas ahí.
El séquito se fue agrupando sobre ella, formando una pera vibrante y móvil. Y decidieron pasar la noche a nuestro lado.
Al mediodía siguiente, la reina, descansada, emprendió de nuevo el vuelo. Las saludé con un ¡adiós, amigas, hasta siempre!
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