Mientras se recogen olivas se puede pensar: la primera es una labor automática que el cerebro, en modo muermo, puede ejecutar sobradamente mientras nuestro yo va elaborando maquinaciones. Y luego, en los ratos de descanso, se plasman en escritos que, recogidos adecuadamente, pasan a formar parte de nuestro imaginario.
Ni cervezas, ni tabaquito ni leches: hay que darle a la neurona, chatos. Igual veis más clara la cosa.
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