Subían los moros desde la conquistada Aínsa en 716 por los valles del Cinca. En una sola jornada se hicieron con Laspuña, Escalona, Belsierre, Puyarruego y Puértolas. Quedó para el día siguiente la conquista del pueblecito de Bestué.
Al anochecer sus habitantes fueron a implorar a Nuestra Señora de Bario a su capilla. Pasaron la noche rezando.
Amaneció. Una niebla densa rodeaba Bestué. Se escuchaban los ruidos del ejército moro aproximándose. Entonces, hombres y mujeres empezaron a lanzar a gritos órdenes de defensa, como si fueran soldados. Los moros, pensando que había un gran ejército oculto por la niebla, retrocedieron. Y Bestué nunca fue conquistado y fue libre por siempre.
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