Hace muchos años, cuando aún no vivía aquí, seguí por televisión la evolución del incendio de Horta de Sant Joan. Asistí con estupor cómo los políticos intentaron responsabilizar de la muerte de cinco bomberos al jefe de bomberos de la zona; el hombre, destrozado, hubo de responder a las incalificables preguntas inquisitoriales de una comisión de investigación retransmitida por televisión.
En el incendio de Paüls ha muerto otro bombero. Nada que una diga puede servir para mitigar ese dolor. Pero por lo menos me expreso y dejo constancia de que el Bien, para vencer al Mal, suele tener que pagar siempre un enorme tributo.
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