Me acuerdo que, tiempo atrás, alguien se cabreó conmigo porque hice una entrada en la que presagiaba, muy a mi pesar, el avance del proceloso desierto hacia esta comarca.
Hace semanas expliqué que habíamos plantado un cerezo y que me daba yuyu porque a buen seguro por mi edad ya no lo vería grandote.
Pues fuera angustias: se ha secado, así que ya no hay tristeza ninguna. Se ha agostado también un melocotonero de Benissanet que nos regalaron pequeñito el día que fuimos a la Fira hace años y apuntan maneras mis queridas parras, dos de uva blanca y dos de uva negra, de las cuales una ya no es de este mundo; las otras han perdido casi todas las hojas.
Ya no planto nada más en esta tierra.
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