Según recoge Font i Quer, el boj ofrecería una virtud sin igual como crecepelo, a tenor de lo que le sucedió a una campesina calva deseosa de recuperar su cabellera. Obró haciendo un cocimiento de hojas de boj que, una vez frío, se aplicó con generosidad en la cabeza. En efecto, le creció a la mujer un melenar de color castaño digno de encomio. Pero cometió una imprudencia, pues se frotó además la cara y el cuello, con la consecuencia que era de esperar.
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