En una era y debajo de una parra llena de racimos colgantes se está de maravilla. Josep se entretiene explicándole su vida y milagros a unos lugareños allí sentados mientras visito el museo. Hay tres partes, cuatro si añadimos la construcción por sí misma: el corral, la habitación de los objetos antiguos y la colección de maquetas de barcos y aviones del señor Vicen.
No me gustan mucho los museos de antiguos enseres porque emanan una tristeza de tiempos pasados mejores (o diferentes) y siempre queda un remanente de quienes los usaron con cariño. Allí hay de todo lo que se necesitaba para vivir en estas tierras ribagorzanas hace decenios: si se acabara el mundo, podríamos sobrevivir en Roda de Isábena. Esto me alegra: nunca se sabe...
Unos pocos ejemplos de todo lo que hay en el museo
La parte de las maquetas es impresionante. Viejos conocidos como la Bounty, el Endeavour, el Cutty Sark, las carabelas de Colón, el Beagle, y por supuesto, el Titanic.
De aviones, decenas de réplicas desde los primeros momentos de la navegación aérea. Un trabajo de muchos años...
En el corral, las gallinitas nos observan agrupadas y algo desconfiadas. No pasa nada: ¡estáis en buenas manos!
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