Y claro, con tanto stress hídrico, una dice: pues vamos a dar un relajante paseo al anochecer...y va a ser que no.
Pues en el horizonte se entreveía, ya a temprana hora de la tarde , una nube baja y plana que yo, en mi inocencia, creí señal inequívoca de la aproximación acaso de algún frentecillo nuboso precursor si no de lluvia, tal vez de un refrescamiento acusado marcador de un cambio de tiempo...pero en el ocaso, la verdad se plasma macabra, ocre y marronácea, en el fondo de la Ibérica turolense: es fuego.
Arde el Maestrazgo de Teruel, como la yesca. La imagen, desoladora a pesar de la lejanía, hace que nos miremos con miedo, rabia, acaso decisión: rumbo al norte. Es necesario ya. Y falta poco.
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