lunes, 11 de mayo de 2020

PESTES, PLAGAS Y ABISMOS VARIOS

Aquí y ahora vivimos en un occidental mundo feliz donde la maldad se neutraliza con mindfullness y la muerte es un paso a otro nivel de conciencia mucho mejor que éste, ¡dónde va a parar! Pero hace tan sólo dos generaciones, la cosa estaba chunga.
Algo atrás nos pillan la peste y el cólera, pero no tan lejos están las huellas de la tuberculosis y su trágico final, la tisis: hay quien aún recuerda haber visto a jóvenes demacrados paseando por las plazas de los pueblos de Les Garrigues. A la tuberculosis la llamaban la peste blanca. Rondaban también personas mayores que, de un día para otro, empezaban a hablar solas dando pasos vacilantes: se les había ido la cabeza. Y entre los jóvenes y adolescentes, la muerte se aparecía en forma de pulmonías de extraño origen, o con el llamado mal gra, un forúnculo que salía en el labio superior; o en el pustuloso vesper o ántrax del cogote y cómo no, con el cólico miserere que es nuestra contemporánea apendicitis.
Con este panorama no era raro que en familias de una decena de hijos vieran la madurez tan sólo la mitad. La gente vivía dramas no por habituales menos dolorosos, pero eran conscientes de que la vida es un estadio inestable, tendente a la finitud. Cambió mucho tal régimen de cosas con el advenimiento de los antibióticos y las vacunas, de tal suerte que ahora Homo sapiens es plaga. Pero todo volverá a su ser, más tarde o más temprano.

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