Los mejores resultados en cuanto a bienestar se obtienen con la colaboración de lo diverso: el Temple lo sabía y en sus encomiendas vivían en paz judíos, cristianos y moros. Luego vienen las lumbreras de extrema ortodoxia y la pifian con las expulsiones y conversiones forzadas, pero eso ya es otra historia hispánica.
En Riba-roja, sobre cimientos moros, los templarios edificaron un castillo del cual quedan estos restos. Eligieron buen lugar, con vistas al Ebro y sus trajines.
Y es que el río, antes de ser apelmazado por pantanos diversos, fue via de comunicación para arriba y para abajo: trigos, vinillo y aceite, cerámica, manufacturas, carboncillos, todo se transportaba a favor y en contra corriente, esto último con grandes penalidades, eso sí.
Ahora, el plácido Ebro sirve para solaz y esparcimiento visual, que todo lo demás está, cómo no, o regulado o ya, directamente, prohibido en aras de una civilización castrante y adormecedora de conciencias.
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