El ámbito de construcción en piedra seca es el Mediterráneo árido, desde la Península Ibérica pasando por el sur de Francia, Italia, Grecia, Turquía, las costas sirias, Israel y el norte de Africa, zonas con clima y cultivos parecidos y con una pluviometría escasa. La técnica de construcción puede ser en bruto, si en el entorno encontramos piedras adecuadas en forma y proporción, o bien más o menos tallada para adecuarla en el caso de que la piedra presente formas excesivamente difíciles de encajar. La estabilidad de las construcciones en piedra seca la da la irregularidad de las superficies, encajando entre ellas por rozamiento. No se admite ningún elemento que actúe como sustancia adherente entre las piedras: tradicionalmente, se usaba arcilla como aislante, aplicada en la superficie. Si una construcción en piedra se derrumba, es por desplazamiento de las piedras, no porque se deslicen unas sobre otras.
Los elementos de construcción se experimentan durante el Neolítico, con el paso del nomadismo al sedentarismo. En los lugares sin piedras, el hombre usa ramas y bloques hechos de fango. Pero en los lugares con piedras, este elemento era gratuito y permanente: se puede construir una cabaña de cúpula sin gastar ni un solo euro.
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