Los tes de sabores son caros; se consideran producto de pijerío y los tenderos
clavan. Pero aquí tenemos la solución autosuficiente para que degustemos esta delicia sin menoscabo de nuestra economía y sin tener que mirar la etiqueta para ver dónde se fabrica en estos tiempos convulsos...
Se hace un te y se le añade la cantidad deseada de aquella mermelada de moras licuada cual la sangre del italiano San Genaro, o de San Pantaleón si preferimos la advocación peninsular. El resultado, además de bueno, daría el pego entre la beatería si lo que pretendemos es montar un chiringo al uso hispánico.
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