Investigando sobre maldiciones, hemos llegado hasta una historia que os voy a contar tal y como me ha llegado a mí.
Hace muchos años vivía en el pueblo una señora que se llamaba Generosa. Esta señora se decía que tenía poderes paranormales.
Un buen día, algunas personas del pueblo empezaron a hablar mal de ella: extendieron maledicencias de esas de corrillo frente a la puerta de la iglesia y de visillo levantado.
Pero Generosa, lejos de inmutarse, pasó a la acción: y empezó a hacer cositas de yuyu. Que debieron ser efectivas, porque según parece se le teme aún, y pronunciar su nombre hace que haya personas que frunzan el entrecejo.
He ido dos veces al cementerio a buscar su tumba. No la encuentro. Debe ser alguna de esas en tierra, ya sin marca exterior.
Siempre recordaré el día que, estando en el telecentro, estábamos hablando de ella. Al pronunciar yo su nombre, de inmediato se apagaron los ordenadores y se fue la luz de todo el ayuntamiento. Los allí presentes nos miramos y asentimos.
Es ella, está aquí.
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