No hay nadie humano. Ni en el lugar ni en el camino. Diez kilómetros en los que encontramos el sentido al nombre de la comarca: la Terra Alta. Entre la Serra de Cavalls i la Serra de Pàndols, la Fontcalda. Aguas calientes que, recién nacidas, se expanden, se funden con el caudal vibrante del río Canaleta. Las crestas montañosas son formidables.
Es el reino de lo geológico. La piedra se pliega en anticlinales colosales. Somos pequeños, muy pequeños.
El agua nace tibia, a 28 grados. Fue la Fontcalda lugar de esperanzas de curación en las piscinas naturales. Y también de riadas, de las cuales un grabado curioso en el lateral del portón de la ermita da fe.
Cuesta encontrar el origen, a ras de tierra. Pero aquí está, lejos de las artificiosas construcciones humanas.
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