Cuando el hombre-cazador trae pollo para hacer a la brasa, no diremos que no. Así os presentamos esta delicia, porque la sencillez del ave asada simplemente al calor de las brasas y aromatizada con hierbas se ve realzada por estos sabores adyacentes: los rovellones fritos, el trozo de queso de cabra apenas tocado por la parrilla, lo suficiente para deshacerse y ser casi nata.
A ver quién dice que no...
Una ensalada acompaña a este plato. De lechuga y cebolla.
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