Teniendo en la mano unas guindillas de Cayena y un vasco al lado, ¿cómo no vamos automáticamente a hacer una salsa picante, muy muy picante? Y por supuesto, algo donde meterla...la salsa me refiero. ¿Qué tal unas patatas hervidas a las que luego partiremos por la mitad, quitaremos el corasón-corasón y rellenaremos con la salsa previamente elaborada? Bombas sisquellanas...bombas éstas de la imagen culinarias...pero las habrá de otro tipo...próximamente...¡no os las perdáis!
Y un secreto: si queréis que la salsa no pierda picante, no añadáis azúcar para quitar la acidez al tomate: el azúcar interfiere con la capsicina y la neutraliza en su vertiente sádico-festiva del picante extremo.
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