lunes, 12 de enero de 2015

ASCÓ: MUNICIPIO FANTASMA

Podría ser un pueblo bellísimo. Su historia contiene templarios, comercio Ebro arriba y Ebro abajo, árabes, íberos…pero…
Ascó. Visitamos el insigne pueblo de la Ribera d´Ebre. Ya nos habían advertido de que quizás no colmaría nuestras expectativas, pero como somos capaces de sacar agua de cualquier piedra histórica que nos pongan por delante, nos lanzamos igualmente al recorrido de su casco antiguo, que es donde hay que ir cuando se busca la historia de las gentes y las villas. Pues bien. Quedamos realmente anonadados.
Ascó recibe un pastizal proveniente de la central nuclear. Digamos que con dinero se tapan bocas y grietas de reactor incluso, así que buscamos el importe de la aportación económica que recibe este pueblo por contener en sus entrañas los dos reactores Westinhouse que albergan sendos núcleos de uranio enriquecido. Ascó es el municipio nuclear que más dinero recibe per capita de ambas Hispanias, la Ulterior y la Citerior: hablamos de un pueblo con algo más de 1000 habitantes que goza de un presupuesto equiparable a uno de 10.000 almas. Sin embargo…¿dónde va a parar ese dinero? Incluso podemos preguntarnos: ¿dónde está la gente? Porque Ascó, por la mañana, es un pueblo prácticamente fantasma. Los pocos humanos que nos encontramos incluso giran la cabeza repetidamente a nuestro paso: igual es que llevamos algún hecho diferencial distintivo en nuestros cuerpos que ignoramos. Bueno, yo llevo mis rastas: igual eso es suficiente. E ir haciendo fotos tampoco ayuda mucho.
El pueblo se cae en pedazos. El casco antiguo es desolador: sólo se salvan las fachadas, más o menos dignas aún en su mal mantenido recuerdo de un esplendor pasado; pero al asomarnos a las ventanas, los interiores degradados nos muestran el derrumbe de una, de cientos, de historias.
Incluso el castillo enseña la dejadez de las gentes, ajenas a su señorío, interesadas solamente en la cotidianeidad de la rutina productiva; ahora pareciera que está siendo atendido, ahora que ya apenas queda piedra sobre piedra. Una consolidación de estos restos finales de lo que fue una encomienda de la Orden del Temple riquísima y próspera.
La historia no da de comer. Ya nos avisaron en Zaragoza cuando buscábamos referentes de historia en el mundo de la venta de recuerdos:  cosas de Roma, no se venden nada. Aquí lo que nos da de comer es la Virgen- nos manifiesta la dueña de una de esas tiendecitas de recuerdos tan entrañables que rodean El Pilar.
En Ascó, campo de fútbol de hierba, pistas de atletismo de tartán, tres piscinas de diferentes largos...pero sin asistencia médica inmediata ni buena atención para gente mayor. Imposible averiguar en el desglose presupuestario del ayuntamiento qué cantidad de dinero aporta la nuclear.

Un pueblo al que da de comer la religión es un pueblo perdido. Igual de perdido que un pueblo que esconde su memoria.








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