Si ya queremos acabar con los riñoncillos por paperas, después de triscar por la ermita de Sant Miquel podemos completar la jornada con la visita al poblado íbero de la misma advocación, es decir, de Sant Miquel. Está situado en lo alto de un montículo sobre la fuente de la ermita. Tiene una superficie de 8.000 m2, y los ilercavones lo habitaron allá por el siglo I antes de Nuestro Señor Jesucristo.
El lugar, solitario, ha hecho que nuestra visita alcanzara tintes épicos al aproximarse por el meridión un pedazo de tormenta de tres pares. Vistas sobre el Ebro inigualables.
2 comentarios:
Hay uno en Tivissa (Muy cerquita) que quiero ir a ver.
Son muy guapos estos lugares. Pensar en las personas que vivieron aquí hace tanto tiempo y que aún se conserven estos muros es emocionante.
Publicar un comentario