A la ermita del Carme de Ascó la cambiaron de sitio porque tenía que pasar la vía del tren. No la alejaron mucho, porque desde la placita de delante, si estiras el brazo, se pueden tocar los trenecitos que pasan con la mano. Pues eso, se desmonta la ermita piedra a piedra y se vuelve a montar.
Es la patrona de los marineros que navegaban Ebro arriba y Ebro abajo, siempre advocación acuática.
Nos asomamos al ventanuco y no se ve nada...pero la magia de las mejoras fotográficas digitales obra el milagro.
En el camino a la ermita, el corte vertical de la carretera ha hecho aflorar algunos arcos inquietantes porque deberían ser subterráneos...o no.
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