Tito Pullo y Lucio Voreno en la serie Roma.
Foto: canalderechoycine.blogspot.com
Después de la entrada de ayer, en la cual se trasluce claramente que tenemos la percepción nítida de que la vida es una caquita (una mierda, digámoslo sin ambages), me veo en la obligación de dar un paso más allá, no se me fuera a tildar de agónica depresiva, como ya sucedió una vez hace ya tiempo. Y efectivamente, la historia estará incompleta sin la continuación que se deriva de la incensante sucesión del tiempo.
Y es que, por muy impotente que se sienta una, he de decir, con claridad y bien alto, que aquel azar dirigido con el que especulábamos hace ya años...existe. Y os voy a dar la clave, tan cierta como que el sol sale por el este, para alcanzar los más fervientes anhelos.
Y esa clave es desear, con toda la fuerza de tu corazón, que lo que más quieres se haga real. Y por todos los ángeles de todos los colores, rojos, verdes, azules, como aquellos angelitos que me acompañaban en aquellas disquisiciones filosóficas hace ya tiempo también, que esos anhelos se hacen realidad. De verdad, no desfallezcáis jamás, seguid deseando con fervor aquello que más precioso es para vosotros...llamadlo milagro, llamadlo mecánica cuántica...se hace real.
La aventura no acaba aquí: nadie dijo que fuera fácil. Mil peligros, avatares, abismos, habrá que continuar venciendo: pero os aseguro que una vez he visto el milagro del deseo hecho real...ya nada importa. Ya nada importará jamás. Por los eones de lo eones.
Eso sí: hay que tener valor, porque la lucha continúa...lucha, camino, pero también abrazo, cálida acogida en un regazo ancestral...vida, al fin y al cabo.
Eso sí: no esperéis ni premio para el bien ni castigo para el mal. Buscad la justicia. Y hacedla. No queda otra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario