Excursión enjundiosa, vive Dios, aunque transcurre por parajes de una singular belleza. Obviaré el trayecto desde La Sisquella a La Palma, que por conocido resulta reiterativo. La novedad radica en el tránsito de La Sisquella hasta la Torre de l'Espanyol.
Se desciende hacia el Barranco del Nilín, del cual ignoro el nombre oficial; baste decir que me satisface el topónimo que le asigné en su día y del que nadie ha protestado. Prosigue el ascenso por pendientes relativamente suaves que bordean curiosas montañitas cónicas. Dan ganas de subir a todas, pero hay que reservarse.
Un curioso lugar es el que he dado en llamar Les Bombolles, formaciones rocosas muy simpáticas que flanquean un tramo del camino.
Los masets proliferan en valles, vertientes y recovecos, algunos cuidados, otros en ruinas. En uno de ellos encontramos herramientas que esperan a sus dueños. No alteraremos su sueño, o acaso su hierática vigilia.
Al fin se abre el horizonte: cuando se alcanza la pista asfaltada, a la derecha se vislumbra Flix y la cinta azul del Ebro; y al fondo, custodiada por la sierra oscura, La Torre.
Hemos llegado.
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