sábado, 19 de julio de 2014

DE LA PALMA D'EBRE AL PIRINEO


En la foto, el norteño, ya desecado con estos calores caniculares.
Los cátaros se vieron obligados a abandonar sus casas, su tierra, su Pirineo, perseguidos por la ortodoxia católica. Dejaron atrás los frescos prados, las aguas vivificantes nacidas de esas entrañas graníticas y pizarrosas de un macizo montañoso tan bello que enamora. Algunos cátaros vinieron a parar a la zona del Montsant. Entendemos también ahora que ese cambio debió de ser traumático: calor, sequedad, agreste entorno que no abraza, que quema, que agrede, con esa vegetación vengativa y espinosa a base de sufrimiento, de sequía y estío.
Pues ahora, vamos a vengar a esos cátaros fugitivos con un homenaje que pienso que, si no nos agradecerán ya, por lo menos servirá de recuerdo y estímulo. Vamos a ir por nuestros propios medios, como si de unos caminantes antiguos se tratara, desde La Palma d'Ebre al Pirineo.
Nos parece estimulante viaje que nos servirá, no digamos que no, para huir de los rigores de la canícula que nos agobia, especialmente al norteño, que languidece medio evaporado ya. Puede ser una ruta muy hermosa, un iniciático conocer qué hay más allá de las cuatro ruedas de un vehículo y de un paisaje que se ve pasar, rápido, a través de unas ventanillas de coche. La ruta tiene aproximadamente 200 kilómetros, y nos conducirá a esas cumbres que nos esperan, con paciencia, con la enorme e infinita paciencia de la montaña. Nieves eternas aún en esas cumbres. Paciencia infinita.

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