Este febrero ha llovido. Aunque la irregularidad mediterránea, tan fatiguitas, se sigue manifestando si tomamos una escala temporal mayor. Como ya tenemos registros desde 2013, las grafiquillas se diversifican y nos muestran cuán montaña rusa resulta este clima nacido a orillas (?) de un mar que le da su nombre; irregular, cambiante, inesperado. No sé yo cómo pudieron florecer civilizaciones tan insignes a su vera, señal inequívoca del poder de adaptación de los homínidos.
Febrero de 2016 ha tenido a bien regarnos con 38 litros por metro cuadrado: 17, 45 y 20 son las lecturas de 2013, 2014 y 2015. Que quede constancia de lo inconstante.
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