El Priorat ha sido desde siempre una zona escarpada, abrupta, de escasa pluviometría. Por su aislamiento fue refugio de cátaros que en el siglo XIII huían de la cruzada contra los albigenses en el Llenguadoc. Fue, en tierras catalanas, último reducto de los árabes: Siurana de Prades fue la última población mora de estas tierras. En fin, digamos que siempre tendiendo a la fatiguita secular.
La graciosísima plaga de la filoxera acabó con los viñedos prioráticos, dejando a la ya escasa población echa unos zorros. Desde entonces, nunca levantó cabeza. Muchos dirán: pero ahora sí, ahora es zona de elaboración de vinos prestigiosísimos, rica por tanto. Pues no: los que se han hecho más ricos son los Palacios y los Barbier, que ya venían granaditos de familia.
Poboleda duerme el sueño de los siglos. Se vino arriba en los 70 y 80, como todo, cuando los barceloneses de Can Fanga, impulsados por el atávico impulso del retorno al campo, compraron los vetustos caserones para venir los fines de semana y fiestas de guardar, mayormente para que sus retoños de corta edad triscaran libres por las calles sin coches y tocaran alguna hierba. Pero ahora, con quince o veinte añicos, los ahora mozos dicen que al pueblo no suben, que se aburren...
Un señor mayor, con su perrillo, sentado en la plaza de la iglesia, nos saluda: sou de Barcelona, oi...?
No hay comentarios:
Publicar un comentario