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Preparando los aperos de cortar el pasto |
No se puede tener todo (a no ser que vivas en Andorra, claro). De manera que si buscas un alivio térmico en el Pirineo, resulta que allí no puedes tener huerto, porque los tormentazos sueltan unos granizos como pedrolos que lo dejan todo triturado. Crema de calabacín, tal cual.
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Esperando en la pleta a que venga el rebaño |
Es por ello por lo que en estas latitudes sobrárbicas la economía ha sido, desde tiempos inmemoriales, pastoril, cazadora y de recolección, mientras en el Sur medran convenientemente los huertos, siempre que escapen a los perniciosos pedriscos estivales. Pero la zona de La Palma d'Ebre tiene un don en este sentido: caen chuzos de punta a su alrededor, pero nunca alcanzan a asolar el término. A cambio, recogerás la cosecha con unos sudores de tu frente verdaderamente adánicos.
En el Sobrarbe, a los quejigos les resbalan los pedriscos. Los bosques, frescos al amanecer y a la tarde, esconden caminos iniciáticos. Y los prados, abonados por los rebaños de vacas, cabras, ovejas y caballos, crecen espontáneamente. Basta con segarlos; tres cortes al año suele ser lo suyo. Las pacas se guardan para dar de comer al ganado en invierno.
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