El río Ebro es un gran curso de agua. Sentarse en la orilla y quedarse mirando cómo pasa la corriente puede ser hipnótico: no hacen falta psicotrópicos para trascender, para enredarse en las ondas del flujo laminar. Interfase entre dos mundos, uno subacuático y el nuestro, el aéreo, acaso nos muestra el misterio de la puerta entre universos.
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