Este pasado mes de julio ha sido como aquellos
julais de nuestra infancia, cuando teníamos 12 años y en verano nos tostábamos bajo el solamen. No éramos conscientes de alteración meteorológica alguna, y en verdad este 2018 ha sucedido el milagro: no se ha batido ningún record que nos haga saltar las retinas de su asentamiento oftálmico. Eso sí, más seco que la mojama, puesto que los 6,5 litros por metro cuadrado recogidos en la ínclita Sisquella han sido producto de varios chaparroncillos desprendidos de enclusas de nubes turolenses o de unos extraños aguacerillos nocturnos intensos pero que duran solamente un minuto. Misterios de les Terres de l'Ebre.
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