El mundo es hostil y los recursos limitados. De ahí nacen la competencia y la jerarquía como motores de la formación social.
Pero para los débiles, los inadaptados, ¿qué queda más allá de su sumisión a voluntades más potentes? No puede ser más que un mundo fuera de este mundo, que deja atrás lo material, lo finito, donde la imaginación recree otra realidad más amable. Es el nacimiento de la espiritualidad.
Pero no ha podido permanecer propia, privada e inviolable; el ser humano ha sido capaz hasta de exponer su pensamiento más íntimo a la guia externa: necesita un intermediario que le dirija por el buen camino espiritual, o cuanto menos que le diga que va por esa buena senda salvífica: nace el chamán, el brujo, el sacerdote. Y con él de nuevo la proyección de la animalidad jerárquica en el mundo de lo imaginado: la religión, el credo, la iglesia. De nuevo la sumisión de unos hombres ante otros. Estructuras fractales, por lo demás, totalmente repetitivas a cualquier escala.
No hay comentarios:
Publicar un comentario