Cuando son pequeñas, las escolopendras no asustan: parecen inofensivos ciempiés. Pero cuando
Scolopendra cingulata alcanza un palmo de largo y se le ven los ojos ya la cosa empieza a ser seria, especialmente si sabemos que su mordedura puede causar problemas. A esta compañera la hemos invitado gentilmente a buscar un alojamiento extramuros.
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