No podemos dejar Urbanilandia sin homenajearnos con una buena comida china. Una de mis debilidades son los orientalismos. Así que dado que mi nivel de atrevimiento no ha dado para hacerme el tatuaje del dragón en el omóplato derecho, me lanzo a la degustación de la especiada gastronomía sinensis.
Ya estoy en casa. Adiós, Urbanilandia.
Un abrazo enorme a Eulàlia, Albert y todos los miembros de su familia en uno de esos trances de la vida que todos tendremos que pasar, pero especialmente penoso por la categoría humana de la persona que nos ha dejado, aunque seguro, seguro, que con su sonrisa nos sigue mirando a todos.
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