Nuestra exploración de los municipios vecinos muestra que en todos los casos hay al menos una, y no es necesario que sea cerca del núcleo urbano: no son raras las que distan más de 10 kilómetros del correspondiente pueblo. Sin embargo, en La Palma, ni cerca ni lejos: no hay. Ni tampoco poblado ibérico...
¿Indica esto que no había asentamiento alguno en época neolítica y que el origen de la población palmerenca es netamente árabe, pasando por lo tanto de cristiandades varias? ¿O es que los lugareños, conocedores del esfuerzo que implica construir estas edificaciones, decidieron dedicarse a menesteres más prácticos?
En todo caso, es una lástima: los caminos a las ermitas siempre han inspirado relajación y encuentros mistéricos.
Tampoco era necesario esforzarse tanto: ponemos como ejemplo la sencillísima ermita de Sant Pau en La Fatarella, en la Terra Alta, pequeña edificación de piedra de muy modestas dimensiones. Un óculo para que entre la luz en el frontal, una clau de volta adornada y andando.
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