lunes, 17 de septiembre de 2012

EL AGUILA Y EL TEJON

Sabemos de un lugar especial. Al borde de un abismo. Lejos de todo, de humanos, de caminos. Allí, cuando nos sentamos, sentimos algo especial. Y lo más bonito: al cabo de pocos momentos de llegar, aparece, siempre, el águila. Majestuosa, gritándonos para avisarnos de su presencia. Ella y su pareja, en magníficos vuelos, rasantes en ocasiones, sobre nosotros. Nos grita el águila su poderío, su señorío.
Pero ayer fue la culminación: el águila gritaba, pero no estaba en el cielo; surgió de la tierra, de nuestro lado, apenas a diez metros de donde nos habíamos sentado. El inicio de su vuelo, lento, pausado, mirándonos, ha sido una experiencia que jamás olvidaremos. No es momento de fotografías: es momento de goce.
Luego, por la tarde, paseando por un lugar agreste, solitario, mágico, hemos visto al tejón, yendo a su madriguera. Espectacular, con su mimética capa, que le esconde entre la vegetación. Es tan hermoso saber que no estamos solos...

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