Bueno, la imagen, a ojos externos, no tiene la mayor relevancia. Un charquillo en en monte...pero es de vital importancia. Porque no es eso exactamente: el agua corre, con cierta alegría, pendiente abajo del margen. Porque el agua brota de la tierra, aquí, en La Sisquella. Porque es justo el barranco donde las varillas de zahorí marcaron, hace ya tanto, que había un camino de agua en el subsuelo. Y aunque Josep excavó y nada encontró, sí, existe, justo en la vertical de la pendiente que predijimos, y ahora, cuando la tierra está amarada de agua -el fin de semana, 30 litros por metro cuadrado más, en una lluvia melosa, suave y persistente, adornada con truenos ventrales como de dragón- ahora, aflora a la superficie para decirnos que, no por estar oculta, no está.
Esta foto es especiamente querida por nosotros. El agua corre, un pequeño riachuelo seguramente efímero, pero es, existe, está, allá abajo, siguiendo los antiquísimos senderos de la telúrica energía arcana que son las arterias de la tierra.
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