Las lluvias torrenciales habían dañado nuestro huerto: el margen que separa los dos niveles, caído; los calçots descalzados y las habas enterradas por la tierra arrastrada en las cascadas formadas. Mikel se impresionó mucho, pero nuestro esfuerzo legendario ha logrado recomponer los desperfectos. Carreteando la tierra arrastrada, hemos cubierto otra vez los cebollones de los calçots, y a base de riñones hemos desenterrado las habas y recompuesto sus caballones. Pero además, la buena noticia es que las inusuales temperaturas altas de este mes hacen posible que aún tengamos las pimentoneras en producción, y, aunque menos, vamos sacando algún que otro tomate. Fantástico.
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